Los riesgos de la inconsistencia
Rodrigo Aravena González Economista Jefe, Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Sin duda, durante las últimas semanas el quehacer del Banco Central ha estado más presente en discusiones y debates locales. Probablemente usted recordará algunos titulares que destacaban el aumento de la Tasa de Política Monetaria (TPM) como el mayor de los últimos 20 años, o bien el ajuste sin precedentes en las proyecciones del último Informe de Política Monetaria (IPoM). O incluso, quizás tiene en la retina las críticas recibidas por llevar a cabo justamente lo que debe hacer, que no es otra cosa que cumplir su mandato (inflación).
Sin embargo, no debemos perder de vista que las decisiones de política monetaria más bien han sido una consecuencia de otros factores que, en esta ocasión, tienen su origen principalmente en la política local. Por esta razón, es fundamental que en vez de preocuparnos por el alza de 75 puntos de la TPM (y de las que vendrán), nos hagamos cargo del problema de fondo, que radica en la actual inconsistencia que tenemos entre diversas políticas.
En particular, hoy enfrentamos una situación que es muy inusual en nuestro país: la persistencia de medidas que estimulan la economía (acciones fiscales potenciadas por los retiros de fondos de pensiones), con un Banco Central que ha tenido que anticipar y acelerar las alzas de tasas. No tenemos episodios cercanos donde el gasto fiscal haya crecido más de 30%, con alzas de TPM que superen los 200 puntos en un año. La evidencia empírica muestra, de manera inequívoca, que un Fisco expansivo y un Banco Central subiendo tasas, terminan en más inflación y menos crecimiento, lo cual claramente es un resultado con altos costos sociales.
Si bien algunos factores podrían explicar este desequilibrio -desde la incertidumbre propia de la pandemia hasta aquellos ligados a la política en sí-, no cabe duda sobre los costos que acarrearía continuar con esta situación. Por ello, es de vital importancia tener un buen desenlace en tres hitos clave que tendrán lugar en el muy corto plazo.
Primero, la discusión del Presupuesto 2022, que se inicia a fines de este mes. Este erario tendrá una relevancia mayor a la habitual, ya que debiese marcar el inicio de los retiros de los estímulos fiscales. Si bien es discutible la velocidad de retiro, al menos una señal en esa dirección es realmente crítica. Debemos tener presente que el ancla fiscal (basada en reglas responsables y creíbles) es pieza clave para la estabilidad macroeconómica, y que sin ella incluso la política monetaria perdería sentido.
Un segundo factor es la discusión sobre un eventual cuarto retiro adicional de fondos de pensiones. Más allá de las razones que puedan motivar esta discusión, no se pueden desconocer los efectos que implicaría esta medida, entre ellos mayor inflación (y tasas de interés), como así también la presión fiscal adicional de largo plazo, lo que podría agudizar aún más el cuadro actual.
Finalmente, no puedo dejar de mencionar el rol clave ha tenido (y espero siga teniendo) la independencia del Banco Central. Es justamente ésta la que ha hecho posible contar con evaluaciones realistas de los riesgos macro, y con ello tomar medidas independientes del ciclo político. Tener una conciencia adecuada en este aspecto no sólo es relevante por los desafíos actuales económicos, sino también por la discusión constitucional. La preservación de este aspecto fundamental no sólo debe estar escrito, sino además contar con las condiciones necesarias para seguir contribuyendo a la estabilidad macro y el bienestar de largo plazo.